Esta obra comprende el paisaje como un contenedor de vivencias, un espacio donde cada recorte y cada fragmento visual se convierte en la huella de un recuerdo que no debe desaparecer. Inspirados en experiencias personales, cada pieza reúne una pluralidad de imágenes, impresiones y sensaciones que se fusionan para crear un universo nuevo.
Así, sitios icónicos dejan de ser simples postales para transformarse en escenarios colmados de significados múltiples, nacidos del cruce entre la experiencia personal y la inmensidad cultural que los rodea. De este modo, cada arquitectura, rincón y sendero se engrandece en la suma de detalles y emociones que resonaron en el instante mismo de su descubrimiento.
Estos paisajes ponen en relieve la íntima relación entre la memoria y la imagen: los collages digitales funcionan como verdaderos cuadernos de viaje que nos devuelven, una y otra vez, a ese lugar donde confluyen recuerdos, sensaciones y aprendizajes. En última instancia, la obra nos invita a reflexionar sobre cómo el acto de componer un paisaje es también el de componer nuestra propia historia, una biografía visual que convierte la experiencia individual en un testimonio colectivo que dialoga con la inmensidad del mundo.
El acto de contemplar estos paisajes supone un viaje en sí mismo. Todo confluye para recordarnos que un paisaje no se agota en su apariencia superficial, sino que es, ante todo, un lugar atravesado por la mirada única de quien lo observa.
















